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LOS TEHUELCHES

Las primeras culturas que habitaron esta región lo hicieron desde hace al menos 7.000 años. Hasta el advenimiento de la “conquista” de esta parte de América fueron sociedades tribales de vida nómade de amplia circulación por el territorio de la pampa y la Patagonia.  

Tanto el Sistema Serrano De Ventania y las llanuras adyacentes, conformaron un espacio acotado de concentración de recursos críticos para la subsistencia. Como estos grupos eran poseedores de una economía sustentada en la caza y la recolección, las sierras constituyeron en sí mismas un recurso muy significativo, pues se caracterizan por presentar pendientes abruptas junto con afloramientos rocosos de distinta índole, lo que habría proporcionado a los grupos humanos además de abrigo, rocas para confeccionar instrumentos líticos y lugares estratégicos para vigilar y emboscar animales.

Inmediatas a las sierras se localizan las territorios llamados periserranos y llanuras adyacentes, en donde estos grupos también podían residir en determinadas épocas del año en busca de nuevos y mayores recursos.  Muchos de los arroyos que llegan a estas llanuras provienen de las sierras. 

Los pueblos tehuelches (del mapudungun: chewel che "gente bravía) es un conjunto de etnias amerindias de la Patagonia y la región pampeana que compartían varios rasgos culturales y en algunos casos hablaban diferentes lenguas emparentadas entre sí. Se calcula en no más de 100.000 los habitantes tehuelches, pehuenches y onas que pululaban por el sur del continente americano.

La clasificación de los pueblos que poblaron la Pampa y la Patagonia es confusa a causa de que se produjo la extinción temprana de algunos de ellos y porque las vastas extensiones impidieron que los exploradores que los reconocieron tomaran contacto con todos los grupos.  Por otro lado, las migraciones estacionales de los indígenas recorriendo grandes distancias hicieron que los exploradores sobreestimaran el número de individuos de un pueblo o el rango de distribución de una lengua. Se sumó a lo anterior, la irrupción de los Araucanos o mapuches desde el oeste que, transformó profundamente la realidad cultural, mixogenizando y absorbiendo a las etnias de la Pampa y centro y norte de la Patagonia. 

Posteriormente la “Conquista del Desierto” finalmente condujo a la casi extinción de las comunidades indígenas. 

Se sabe poco de la cultura tehuelche anterior al caballo.  La introducción del caballo a principios del siglo XVIII transformó el modelo de organización social de los tehuelches. 

La adopción del caballo (hacia 1570) significó una profunda revolución social: la movilidad que les deparó alteró las ancestrales territorialidades y modificó en gran medida el patrón de los desplazamientos, si antes del siglo XVII predominaban las trashumancias este-oeste en pos de los guanacos, a partir del caballo tomaron gran importancia los desplazamientos longitudinales (de sur a norte y viceversa) estableciéndose extensos circuitos de intercambio. 

La ‘araucanización’ de estos territorios  fue el proceso de poblamiento e influencia cultural que los “araucanos” situados en Chile emprendieron al desplazarse ‘hacia las pampas’ en busca de nuevos alimentos y alianzas estratégicas en la lucha con el español y otros grupos indígenas. De acuerdo a que este proceso que se desarrolló durante más de 300 años, es imposible determinar un comienzo exacto. El rastreo de la influencia araucana en estas tierras se realiza en general a través registros arqueológicos . 

 

LOS ARAUCANOS 

La cultura araucana o mapuche proviene de Chile y sus orígenes alcanzan los 12.000 años de antigüedad, según excavaciones arqueológicas. Estos primitivos grupos tenían su base económica en la extracción de moluscos, en la pesca en ríos, lagos y sectores costeros, en la caza de animales como los guanacos y huemules y en la recolección de piñones y otros frutos. Los que habitaron el Sur de Chile constituyeron la base de los mapuches, erigiéndose probablemente sobre los demás grupos, imponiendo sus costumbres, idioma, creencias, etc.  

La cultura araucana posee grandes influencias de los pueblos norteños denotándose en palabras prestadas de los leguajes aymaras y quechuas, en los diseños de textiles y cerámicas, patrones especiales utilizados en las ceremonias públicas y también en el plano alimenticio con las variedades de porotos, maíz, quínoa, etc. 

Según algunos investigadores fue a partir del 700 d C. que se consolidó de manera definitiva la cultura mapuche del otro lado de la Cordillera.     

La cultura mapuche existió al menos cinco siglos antes del arribo del europeo, siendo en ese periodo en que se formó su lengua, el mapudungun que se extendió de la zona del Aconcagua hasta Chiloé. 

Al momento del arribo de los españoles los mapuches centrales no estaban en un revolución agrícola como si estaban los grupos de mapuches del norte, más en contacto con la cultura incaica. Básicamente seguían siendo cazadores recolectores con una tímida cultura agrícola sustentada por las copiosas lluvias a lo largo del año en la zona sur de Chile. El fruto de la araucaria, el pehuén o piñón tenía primordial importancia en la dieta mapuche. Tampoco se puede hablar de una cultura ganadera pero sí criaban Hueques  (guanacos) para consumo familiar y para sus hilados. La introducción del ganado (vacuno y equino), transformaría radicalmente la organización mapuche. 

La sociedad mapuche desconcertó a los españoles. Estos, creyendo que estaban frente a indígenas de poca importancia y en completa anarquía, no repararon en que su organización social obedecía a estructuras de alianzas y nexos afectivos de gran complejidad y flexibilidad. Lo mismo les sucedió a los gobiernos realistas  argentinos. La única autoridad que lograron identificar fue la del líder de tiempos de guerra, que era temporal e intercambiable. Pero se equivocaban. Los mapuches precolombinos poseían una estructura edificada sobre una multiplicidad de asociaciones entre grupos autónomos, cohesionados por una identidad común, vínculos económicos, familiares y alianzas guerreras. 

Al arribo de los Españoles a Chile se calcula en más de un 1.000.000  la población araucana y en el sur, específicamente, en 500.000 habitantes. 

El poder militar del “toqui” se simbolizaba en la posesión de un hacha de guerra de piedra negra (“toquicura”). Se obtenía por derecho de sucesión, pero quien la ostentaba debía “mantener su poder” haciendo luso de ella. Revestía de poder pues se pensaba que tenía facultades mágicas. 

Los documentos apuntan a que los mapuches ya habían adoptado el caballo a fines de la década de 1550. Solo los guerreros más valientes y los “ülmen” (ricos e influyentes) poseían este animal. Esta adopción limitada dio prestigio pero sobre todo multiplicó el poder de resistencia, movilidad, capacidad de ataque a fuertes y ciudades con más eficacia. El caballo produjo cambios drásticos ya que empezaron a organizar malocas o malones cuyo fin eran robar ganado bovino, caballos y hacer prisioneros. El caballo sirvió para aumentar el poder belicoso de los mapuches, cuestión que trasladaría a este otro lado de la Cordillera andina.  

 

Los mapuches amos de las pampas. La presión colonial ejercida durante varios siglos produjo un cambio radical en la estructura socioeconómica de los mapuches, convirtiéndolos durante el siglo XVIII e inicios del XIX en un peculiar y gigante poder económico. La tranquilidad lograda  en la frontera, iniciada gracias al cambio de estrategia que operó España, -que orientó sus esfuerzos hacia una política civilizadora mediante parlamentos-; el fracaso de las misiones, y una geografía que permitía ocultarse, posibilitaron una progresiva modificación de la estructura socioeconómica mapuche. Logran aprovecharse de la debilidad estructural de las fuerzas coloniales chilenas revirtiendo los papeles desde la conquista, reforzando su independencia. Eran las fuerzas españolas las que necesitaba de los mapuches, habiéndose convertido en consumidores cautivos de sus productos como los ponchos, sal y el ganado.

Sin embargo su expansión territorial y económica no fue secundada por estructuras sociales adecuadas que la ordenaran,  lo que originó luchas intestinas y desuniones terribles entre los mapuches.  

En este marco gracias al caballo comienzan a cruzar la cordillera de los Andes.  

El contacto con este lado es de vieja data, pues los mapuches ya habían emprendido huidas de los españoles a fin de evitar a las tropas españolas.  Tranquilizada la frontera del Bio Bio en Chile los guerreros mapuches no quisieron volver a la tradicional siembra como si lo hicieron otras comunidades más al sur. Acostumbrados a las libres correrías a caballo prefirieron volverse o establecerse de este lado de la cordillera. En las pampas se encontraron con enormes cantidades de ganado salvaje, vacas y caballos dispuestos a ser explotados. 

Hacia la mitad del siglo XVII el poblamiento de este vasto territorio se hizo efectivo. 

Los mapuches llegaron a controlar de esta forma uno de los territorios más grandes que ningún otro pueblo indígena haya ocupado en América: desde el Atlántico hasta el Pacífico. 

 

LOS SALINEROS 

Hacia 1818 una parcialidad mapuche, los “Borogas”, originarios de la región de Boroa en Chile, se afincó en la zona de las Salinas Grandes, Carhué y Guaminí. Su cacique principal era Rondeau y tenía como asentamiento los médanos de Masallé, al oeste de la laguna de Epecuén. Se cree fueron incentivados a venir por estancieros locales para custodiar la frontera a condición de que mantuvieran a raya a los caciques ranqueles. Como posteriormente los “Borogas” entraron en alianza con el cacique Yanquetruz  de los ranqueles, Juan Manuel de Rosas alentó a un bravo cacique chileno para ingresar al territorio y enfrentarlos. 

En 1834 estos Borogas de Rondeau reciben a unos 200 indios araucanos de los tantos que llegaban para comerciar.  Estas visitas estaban al mando de un poderoso cacique llamado Callfucura. Lo que parecía una típica feria mercantil se transformó en una revolución. Callfucura aniquiló al cacique Rondeau y a sus capitanejos convirtiéndose en Cacique Supremo de las Salinas Grandes.

 “Las pampas atraían y fascinaban a las agrupaciones del lado chileno: era el lugar de fácil enriquecimiento, de grandes proezas militares donde los hombres se cubrían de honores y glorias. Se podría sostener que durante el siglo XVIII y XIX, el viaje a la pampa se transformó en una especie de ritual de iniciación de los jóvenes guerreros; una estadía lejos de la familia, que formaba, daba experiencia, endurecía en las guerras y malocas y permitía regresar transformado en un hombre adulto”.(Bengoa, José, Historia del Pueblo Mapuche) 

Este autor también adelanta la hipótesis de que en Curamalal se realizaban ritos de iniciación guerrera. Al respecto cita un relato registrado por Rodolfo Lenz en 1896: “Cerca de Curamalal en la Argentina hay, según dicen los indios, una cueva que está bajo la protección de seres sobrenaturales; parece que allá se puede alcanzar el don de ser invulnerable”. Un cacique alcanzó ese don: Juan Callfucura 

Desde 1850 a 1870 la pampa tiene a este cacique como absoluto dueño y señor. Los malones se suceden constantemente a pesar de los tratados que el gobierno realiza concediendo derechos a cambio de obligaciones equitativas, además de pagos en ganado, vivieres y los llamados “vicios”. 

La frontera vuelve a los límites de 1830 y Buenos Aires en lucha con la Confederación Argentina queda a un paso de las huestes del “Soberano de las pampas”. Numerosos malones dejan enormes pérdidas para ambos bandos, es que los aborígenes realizaban los últimos y grandes esfuerzos para no perder sus posesiones.

En 1872 Calfucurá y 6000 lanzas invaden los partidos de Alvear, 25 de mayo y  9 de julio, dejando cientos de pobladores muertos y miles de cabezas de ganado robadas (300 pobladores muertos, 500 cautivos y 200.000 cabezas según crónicas). Este sería el malón más grande y fue motivado por la ruptura de un tratado que enfureció  a Callfucura.

El 4 de junio de 1873 se produce la muerte del longevo Callfucura, siendo sepultado con todos los honores correspondientes. Junto a él enterrados sus ponchos, armas, platería, sus mejores caballos y unas veinte botellas de anís y ginebra. El teniente Luis Levalle, hermano de Nicolás Levalle, gracias a los datos de un baqueano halló hacia 1879 el enterratorio, saqueó la tumba y sus huesos y pertenencias terminaron en el museo de La Plata. 

En un gran parlamento llevado a cabo el mismo 4 de junio de 1873 en Chilihue (Salinas Grandes),  224 jefes de las distintas tribus de toda la pampa, en imponente reunión deciden quien será su sucesor. Namuncura toma el mando encabezando un triunvirato formado por sus hermanos Alvarito Rumay y Bernardo Namuncura.

Manuel Namuncura (Pie de piedra"; namun =pie, cura = piedra) contaba con 62 años, dado que había nacido allá por el 1811 al pie del volcan Llaima, al este de Temuco, provincia de Cautín. 

Namuncura realiza su primera intervención el 11 de diciembre de 1873 al incursionar en las inmediaciones de Bahía Blanca. 

En virtud a las acciones que llevaba a cabo el Gobierno Nacional ahora con el flamante presidente Avellaneda y el Ministro de Guerra Adolfo Alsina, Namuncura prepara la invasión más grande desde la de su padre en 1872. Se agrupan 3.500 araucanos y ranqueles dirigidos por Namuncura, Pincén y Baigorrita que arrasan el centro de la provincia. Pero una rápida contraofensiva en cinco combates le hizo perder 300 indios de lanza. Así, Namuncura regresa a Salinas Grandes y ve como Alsina comienza su plan de ocupación en 1876. 

Durante un tiempo pudo Namuncura y los suyos escapar del Ejército Nacional. En plena huida hacia el sur, en 1881 pasa a Chile en donde permanecerá en la Cordillera hasta su reingreso. 

Luego de un contraataque infructuoso en 1882 finalmente se entrega en Ñorquín, provincia de Neuquén, en marzo de 1884 en virtud a la mediación del padre misionero Domingo Milanesio. Sólo estaban con 9 caciques, 137 indios de lanza y 185 de chusma. En el Fuerte Roca a donde es trasladado con todas las garantías y honores se le obsequia el quepis de teniente, el pantalón punzó con franjas de oro y el capote militar con presillas de coronel. 

Ese mismo año, Manuel Namuncura visitará Buenos Aires. Allí es recibido por el Ministro de Guerra, por el mismísimo Presidente de la Nación Julio A. Roca y para definir el asunto de sus tierras lo recibe el Presidente de la Cámara del Senado, Dr. Madero.   

Se establece primero en Chimpay, Provincia de Río Negro, y luego en 1891 en San Ignacio (Neuquén,) en virtud a tierras 8 leguas de magras tierras prometidas, que se efectivizaron en 1897. Habían pasado 13 años desde su rendición. 

Algunos de sus hijos fueron educados en las armas pero el más trascendente sería Ceferino Namuncura, nacido en Chimpay en 1886, hijo de la chilena Rosario Burgos y que sería enviado al Vaticano en donde fallecería. 

En la confluencia del Arroyo San Ignacio con el Aluminé en Neuquén, morirá a los 97 años de edad, el 31 de julio de 1908, siendo velado en la comisaría,  acompañado el cortejo por una fría llovizna fue llevado a iglesia en donde le mismo Milanesio oficio una misa de cuerpo presente. 

Su cuerpo fue enterrado en el antiguo cementerio de Junín de los Andes. Sus restos nunca pudieron ser ubicados.

 

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